martes, 11 de noviembre de 2014

Transporte al pasado

La entrada te recibe con las ruinas de un teatro majestuoso y los cacharros apilados de un gobierno de despilfarro: escombros de nuevos proyectos inconclusos por justificar gastos de una administración de compadrazgo.

Hay muchos contra luces, este escenario es perfecto para retratar la arquitectura vanguardista de Marcelo Ebrard y una guerra interminable del memorable Calderon, en contraste con el pasado de un Distrito que alojaba más esperanza que la actual "Capital del Mundo".

En los trenes del suburbano, hay niños que llegaron tarde a la escuela y regresan derrotados a su Estado de México. El Estado de México (ahora el más poblado) es el paraíso porque maravillosamente a 40 años, puedes pagar un crédito y adquirir una casa de 20 metros por 10.

Un letrero se asoma en una estación "La vida real". Así es... parece que Suburbia no engaña en su publicidad... Esta es la vida real: el mismo vagón lleno de contrastes, señoras cansadas, hombres en asientos para embarazadas, embarazadas en los pasillos: desigualdad...

Cajas de trenes, postal de desahucio y a lo lejos chimeneas amarillentas gigantescas de una empresa dedicada a la venta de leche.

                Allá… una ciudad saturada y entre la espesa capa de contaminación se vislumbra un cerro, verde y desierto sin cajas habitadas por los exiliados de la ciudad más grande del mundo.

Un parque cerca de una casa de interés social, y en seguida, con ese color sepulcral: el gris cemento de la cual está pintada toda la capital del mundo... Un puente anuncia su modernidad; bajo él: escombros, vigas, cascajo de los despistados que no encuentran dónde tirar su basura, fierros oxidados.

Miras a un señor que mira a través de la ventana y se pierde entra la delgada línea de un día común en el que imagina que aún (como no lo hizo de niño) podría volar entre esos edificios, correr entre azoteas de casas aparentemente abandonadas o soñar con empezar de nuevo.

Huele a tumulto, a cansancio, a la madre cansada con ojeras y un babero rosa de cuadros lista para echar otra carga de ropa en la casa (o quizá en otra casa que no es suya). Se respira preocupación: de los pasajeros a quienes ya los alcanzó el futuro. Y mientras el ganado toma el asa del tubo para no caer, meditan acerca de cómo será la vida cuando su viaje sea mejor…

La precipitación y humedad de la lluvia crean un sauna natural, la gente se mira entre sí ante el aburrimiento provocado por la vista exterior que conocen como la palma de su mano...

Una voz fuera del contexto citadino anuncia: "Próxima estación: Fortuna"


La fortuna de muchos: es llegar a casa. El infortunio de otros: empezar el segundo turno para trabajar…

No hay comentarios: