sábado, 5 de mayo de 2012

Toma 2

Antes era más doloroso borrar todo rastro de tu existencia en la memoria fotográfica; los adelantos tecnológicos han favorecido a sólo oprimir el botón Delete y ni si quiera esa lente tendría porque recordarte.
 
Pese a eso, la nostalgia de tomarte con una cámara de rollo no sustituye mi preferencia por la tendencia a escoger y añorar un pasado que nunca tomé. Incluso obligar a algunos recuerdos a ser olvidados con sólo romper las impresiones de una colección que ya no quiero.
 
El rollo de la cámara de esa tarde contenía 24 recuerdos tuyos, quizás eran 24 rostros; todos conocidos y  tal como me gustabas, cada detalle de ese marco al formar los surcos de la encantadora risa desbordada. Ahí era cuando el click cargaba toda mi esperanza y me convertía en devota a tan irresistible retrato tuyo. 
 
Otro rostro entre sábanas blancas, con esa mirada después de hacerme el amor, aquella fotografía parecía sobre expuesta, pero para nosotros que estuvimos ahí... Conocíamos el efecto de nuestro encuentro cuando los faros del cielo apuntaban hacia tus ojos.
 
Mi favorita, la que a contra luz, descubre tu barba a penas creciendo y trae impreso el recuerdo del cosquilleo de tus besos en mi espalda.
 
En otra película empolvada, eran 24 objetos que me llevaban a ti... Unos lentes para el sol, en una playa hecha para el hombre fuerte que en cada suspiro lloraba en mis brazos trayendo consigo las olas de plenitud; un ángel bíblico, que recordaba toda las noches al mirarlo en la cabecera, la tan anhelada profecía del salvador para nosotros dos; pero el último objeto retratado, y al que rezo en días de gloria, ha sido el traje de alegría al saber que aquellas miradas cruzadas permanecerán inmortales por lo menos en esa toma.

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