martes, 1 de enero de 2013

Teoría sobre ti


Es la suave masa del barro que nos forma allá arriba,

el taller de orfebrería de vida humana, al lado del taller de cristal soplado de sueños.

Un artesano con mandil blanco prepara su siguiente obra.

-Única e irrepetible.

Realiza el ritual en la última hora antes del amanecer

-Ocaso de vida y de muerte.

Lava sus manos con agua de lluvia, obtiene de un horno el molde hecho por cada ocasión, la mesa creadora es colocada en la resolana del sol. 



El barro aun tierra es tocado por las manos divinas, basta con imaginarlo en ese instante para saber que forma tomará y la misión que desempeñará. Aquella masa se excede en peso y figura, corta con precisión su contraparte, sobra para sacar una pieza más; separa la materia y están listas para enviarse al escaparate del piso de abajo. El filtro durante el envío del taller al Tianguis humano es controlado por el segundo del artista principal, anhela tanto que salga mal la repartición y creación de piezas que le parece una falta enorme de una misma pieza entregar dos.

-¡Son prácticamente iguales! ¡El caos universal si se encuentran!

El artesano sonríe y empaca para ser entregados. 


El artista aprendiz, separa cada obra...

-El tiempo y espacio no deben coincidir.



Toma la primera pieza hecha y la guarda en una bodega llena de pilas de papeles viejos:

Propaganda de campañas pasadas, periódicos de años cuarentas, actas de nacimiento extraviadas y rastros de un gran incendio que no permite circular la vida que llevan las hojas moradas de plantas medicinales.

La segunda la envía pasando la frontera de Aztlán, verdes valles y una vida lejana para las esporas que crecen en la piel de porcelana de la primera figura ya enterrada en el panteón de papel.

La unión pactada desde su creación se pospone en kilométricos años, en siglos de lugares y en tristezas acumuladas por el vacío en el pecho de sentirse incompletos.

Para cuando otro incendio ha consumido las reliquias del almacén, el instinto de supervivencia por llenar el agujero de más de 30 centímetros ya notorio en el pecho de mármol, provoca que por olfato y tacto descubra bajo postales de animales extintos, una extraordinaria figura con la etiqueta de “hombre”, su vocabulario no entendía que significaba hasta destapar como los dulces, el envoltorio de periódico que ya estaba adherido a él.

Mira cada uno en sus rostros de madera, la extraordinaria semejanza de las fibras que hay debajo de esa capa de papel y de piedra blanca que disfraza la pieza que encaja en el hoyo sustituido por vagos y falsos recuerdos.

Su mano recién descubierta y expuesta al sol, muestran las letras adheridas de los periódicos viejos sobre él.

Conocen el tiempo a esperar, la limpieza tardará años, sin embargo, deciden esperar que desaparezcan todas aquellas tristes noticias, pasadas palabras, recuerdos ajenos y textos de otros tiempos.

El re encuentro vale más que toneladas de papel.